La aparición de las vacunas contra el coronavirus, creadas a una velocidad nunca vista en la historia, marcaron un antes y un después en la lucha contra la pandemia.
Pero las dificultades para producir las vacunas a una escala sin precedentes está causando dificultades en varias partes del mundo.
El primer gran escollo fueron los problemas con la producción y los temores sobre posibles riesgos de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, que llevó a muchos países a tener que buscar alternativas.
Sin embargo, cuando en febrero pasado la revista científica The Lancet publicó los resultados de la tercera fase de ensayos, que mostraban que la Sputnik V era una de las vacunas más eficaces del mundo -con un 92% de protección-, el interés creció.
El Fondo Ruso de Inversión Directa (conocido como RDIF, por sus siglas en inglés), que comercializa Sputnik V en el exterior, afirma que 69 países han autorizado esta vacuna.
Y mientras que varios países se quejan porque no han recibido las cantidades pactadas de ambas dosis, algunos tienen un problema diferente: las vacunas que sí recibieron eran mayoritariamente del componente uno.
Esto ha llevado a que millones de personas que han recibido la primera dosis de la Sputnik V no estén pudiendo completar su inmunización por la falta de segundas dosis, que se han fabricado a una escala mucho menor que la primera.Y Rusia ha firmado contratos por más de 130 millones de dosis con algunas de estas naciones.
Hoy, más de 6 millones de argentinos esperan el segundo componente (y casi un millón y medio de ellos ya superó el plazo máximo de tres meses recomendado entre dosis).
Una situación similar, aunque a una escala mucho menor, se vive en varios otros países de la región, incluyendo a México, Guatemala, Bolivia, Honduras, Paraguay y Venezuela.
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